
Surgió de la niebla. La noche era oscura y la bruma espesa pero aquel navío negro apareció de forma tan súbita, que se diría que había emergido del fondo del océano . Tan silenciosa e inesperada fué su llegada que el vigía no se percartó de su presencia hasta que lo tuvimos a medio tiro de cañon.
Inmediatamente sonaron las voces de alarma y los gritos de la marinería en cubierta, asustados contemplamos aquel siniestro bajel, una fragata de velas negras y podridas maderas,que no permitirían mantener a flote cualquier otra nave. Procedí a un reconocimiento veloz con el catalejo : La fragata traía rendidos su palo de trinquete y el tajamar, pasada la popa, desbaratado un jardín y haciendo agua, imposible navegar en estas condiciones pensé . Su artillería consistía de 24 cañones de a 12, 10 como obuses que calzan balas de a 18, 2 de a 4, y además en la cofa 4 obuses de a 6, guarnecido el buque de pedreros y esmeriles. Una capacidad de fuego estimable.
Afiné la lente para observar mejor a su tripulación , mas me valdría no haberlo hecho, marinos de mirada alucinada y sonrisa extraviada trabajaban como autómatas, cargando sus cañones , sin ningún atisbo de emoción en sus rostros de tez grisácea . Ahogué una expresión de pánico y con toda la serenidad que fui cápaz de reunir le dí las ordenes pertinentes a mi primer oficial, que al instante gritaba la consabida consigna “¡¡¡ Zafarrancho de combate!!!”.
Y así en mitad de la noche y en lo mas oscuro del océano comenzaron a cañonearnos.
Cuando derribaron la mesana de certero disparo fue un milagro que nadie saliera herido, pero la ráfaga que vino a continuación barrió con metralla nuestra cubierta, sino era el metal de la munición que nos lanzaban , eslabones de cadenas cuyo impacto destrozaba los cuerpos de los hombres y las cuerdas y aparejos de las velas, lo cual imposibilitaba cualquier maniobra posterior, eran las astillas de la madera al reventar de nuestro barco que volaban por doquier y al cabo de minutos no quedaba un solo marinero ni oficial en cubierta sin una herida abierta o un tajo sangrante.
Nos dispusimos para una defensa porfiada, pues sabiamos que un enemigo que lucha sin bandera es un enemigo que no ofrece cuartel. Determinados a resistir el abordaje por la popa que intentaban, y con el mayor ardimiento mantuvimos a distancia al enemigo con vivo fuego de cañón, y formamos cerca de 80 hombres, casi toda nuestra tripulación, en la borda con chuzos, trabucos, pistolas y balas de cañón que tiraban a mano cuando se acercaban hasta casi tocar nuesto casco.
Entonces Bóreas se puso de nuestro lado, el viento del norte hinchó la vela de nuestro palo mayor, el único que quedaba a esas alturas de la lid , lo que nos permitió alejarnos lo suficiente para reorganizar la devastada cubierta.

Pero no cejaron en el empeño de cazarnos, como aves de rapiña , siguieron nuestra estela durante horas, nunca demasiado cerca y nunca demasiado lejos. El cambio de viento no parecía afectar a la velocidad del siniestro bajel y nosotros dependiamos de una única vela y una brisa cambiante. Sólo podíamos vencer haciendo lo inesperado. Sorprendentemente la tripulación, cansados ya de ser perseguidos y pasar miedo ,vitoreó cuando ordené al timonel virar en redondo y preparar los garfios de abordaje para asaltar el navío enemigo.
Mantuvimos los cañones en silencio hasta que la balandra enemiga estuvo atracada a nuestra popa, de ràpida y afortunada salva le echamos a la verga mayor abajo y desarbolamos el palo de trinquete.La iniciativa era nuestra .Con el beneficio de una ventolina nos preparamos para saltar al abordaje antes que el adversario respondiese con su gruesa y más numerosa artillería , asalto que seguramente sería sangriento de una y otra parte. Sin embargo del bajel negro no procedía ruido alguno ni el humo de nuestros disparos dejaba entrever lo que sucedía en el navío enemigo.
El humo se disipó. Listos para invadir la cubierta enemiga con el sable en mano y el cuchillo entre los dientes permanecimos sin embargo , petrificados en nuestros puestos. Todos los tripulantes contemplaron el horror que yo había avistado horas antes. Pues no se puede matar a lo que ya está muerto.
Ellos ,inermes ,miraban hacia nosotros con sus ojos vacios y sus labios color ceniza. En silencio. No sé quién fué el primero de abordo que disparó pero pronto todos le seguimos, con nuestras pistolas y trabucos. La única respuesta que recibimos fué un atisbo de sonrisa siniestra en sus caras, pero ningún sonido salió de sus gargantas.
Al romper el alba ,bajel negro comenzó a hundirse lentamente en el océano, de vuelta a los abismos infernales de donde había ascendido.
Aconteció esto hace dos noches. El barco tiene abiertas tres vías de agua y no aguantaremos mucho a flote si no encontramos pronto puerto seguro para proceder a las reparaciones. La tripulación está desmoralizada, rezando unos pocos y bebiendo la mayoría, hemos sufrido muchas bajas y sólo tenemos una vieja carta de navegación que nos guía para mantener un ritmo constante. No sé cual es el secreto de estos procelosos mares, estamos asustados ,pero seguimos aquí, navegando .... y no nos rendimos. No nos rendimos.