9/25/2012

EL DÍA EN QUE FUÍ BANDOLERO



“¡Afrancesada!, ¡Gabacha!”, le gritaba yo a la monja ,mientras me sacaba a rastras de la clase. No tenía ni idea de lo que siginificaban áquellas palabras, pero todavía era un renacuajo ignorante de la vida como para referirme a la Sor citando al oficio mas antiguo del mundo o a ciertos animales con cuernos. Ya por áquel entonces la muy bruja era poco más alta que yo, pero no tuvo reparos en cogerme por la camisa y sacarme como un saco del aula mientras , entre las risas de mis compañeros, seguía berreando: ”¡Algarrobo, Auxiliáme!”
 
Pero el Algarrobo no vino. Lloroso me senté en cuclillas en aquel pasillo frío del convento reflexionando, tal como me dijo la monja que debía hacer, sobre el delito que  hasta  allí me había llevado.

Apenas un cuarto de hora antes, me encontraba absorto en mi tarea escribir del 1 al 300. Sin levantar cabeza sujetaba el lápiz con torpeza, mientras, por reflejo, mi lengua intentaba tocar la punta de la nariz. Tan concentrado estaba que no me percaté del silencio acusador a mi alrededor y de la monja apuntalándome con su mirada. Tras dos segundos  de silencio eternos, comenzaron las risas estúpidas de mis compañeros, mientras la  Sor con su dedo me indicaba qe me levántase del pupitre y me fuera para el centro de la clase.

     -¿Se puede saber que estabas cantando?

     -.............................. (cabizbajo y en silencio)

     - Cántanos ahora para toda la clase, Carlitos ,que podamos escucharte...- Dijo la Sor con la evidente intención de humillarme.

     - Cantaba la canción de “Curro Jiménez” - dije con un hilo de voz apenas audible-

    Y comencé a cantar. Al principio bajito pero a medida que las risas de la clase callaban ante mi atrevimiento mi tono fue subiendo hasta llegar al estribillo principal a pleno pulmón “TRAAAAA LARARALARALAAA TRALALARALAAAA, TRALARALARALÁAA LALÁAAAA LARALALALÁAA tiro ri roriró...pon pon pon pon".

 La cabrona de la monja, (ahora,a mi edad ,ya conozco epítetos mas apropiados que afrancesada) viendo que no le había funcionado el primer intento de avergonzarme insitió:

- Esa canción a mí no me gusta. No tiene letra. Recítame unos versos ,borrico

Hasta los cataplines ya de que me tomará por su bufón ,le contesté:

-“Mira esta poesía que bonita: Los curas y las monjas chupan como esponjas “    -Hohohohoho-(no pude reprimir una risa), y luego con el puño izquierdo en alto exclamé :“¡Toma borrico!”, entre las risas del aula y el sonrojo de la monja que había ido por lana y salió transquilada.

     Así dí con mis huesos en áquel pasillo. Al borde de las lágrimas me repetía “Curro no llora”, “Curro no llora”,”Curro no llora” , “Curro..... se escapa”. Tenía lógica claro, menudo bandolero sería yo si me sueltan en un pasillo y me quedo allí sin hacer nada teniendo el patio y sus columpios todos para mí sólo.
 
Los pringados de mis compañeros seguían haciendo números, mientras yo me balanceaba encima de aquella rueda y tan féliz era que me puse a cantar otra vez. Aún me sorprendo del buen oído que tenía la monja. En menos de un minuto todos mis compañeros y la maestra estaban asomados al balcón del aula mirando como había sacado ventaja de mi castigo.

Con su hábito negro y su pinta de cuervo regordete , la Sor , con la cara enrojecida por la ira, pegaba saltitos mientras gritaba:

     -“CARLITOSMARTINEZUZALAAARRRRRRGHHH”

 A lo que yo desde el tobogán contesté:

    - “TRAAAAA LARALARA LARÍAAAALAAA TRARALA LARÍAALAAA “


Acto enseguida emprendí la fuga hacia el comedor, pues veía a la monja tan enfadada que temía que en lugar de bajar por las escaleras hasta el patio sáltase directamente desde la azotea. Creo que fué la primera vez que ví a alguien echar espuma por la boca, algún tiempo después, serían mis exnovias pero ya no me impresionarían tanto.

El resto de la mañana lo dediqué a la guerra de guerrillas, abriendo lso grifos de los cuartos de baño, cantando por los pasillos y escondiéndome cuando las monjas salían a buscarme. Y así llegó la hora de la salida, la hora de mi plan maestro , la hora de mi venganza.


Realmente tenía dos planes ,pero en el primero necesitaba la ayuda de “El Algarrobo” y “El Estudiante” y visto lo que me habían ayudado cuando me sacaron al pasillo, mejor no contar con ellos. El plan definitivo lo haría solo, como esos capítulos donde Curro tiene que resolver un asunto personal sin nada que ver con los dineros de los franceses. Si salía bien me libraría de la monja una temporada.

Al salir de clase , las monjas acompañaban a los niños hasta un vestíbulo donde guardaban sus abrigos y sus mochilas, los prescolares se vestían y salían por una puerta que directamente conducía a unas largas escaleras (más de veinte escalones lo que para mí era una altura como la torre de la Catédral) y abajo, nos esperaban nuestros padres para llevarnos a casa entregados por las manos dulces de una monja amable.
 
Menos la mía, mi monja no era amable, ni dulce pero ahora las iba a pagar.
 
La Sor miraba preocupada alrededor, era la hora de la entrega , tenía a los padres esperando , estaba al pie de la escalera y no se atrevía a descender hasta que estuvieramos todos . Pero le faltaba uno “¿ Quién ha visto a Carlitos? .Inquirió con ansiedad, porque una cosa era humillar a un niño en clase y otra diferente perderlo. Su cara colorada y las gotas de sudor que salían desde debajo de su toca me recordaban un pollo asado mientras la acechaba escondido.
 
La fila no se movía desde lo alto de la escalera. La monja desde su posición parecía una vedette a punto de descender por el escenario, los padres comenzaban a murmurar por el retraso y mientras por el convento adelante , una docena de hermanas benedictinas histéricas se afanaban en mi búsqueda y captura


- ¿Apareció Carlitos?- Volvió a preguntar

Y en ese momento , desde una montaña de abrigos donde estaba agazapado, surgió de un salto el espíritu vengador de Curro Jiménez gritando “AQUÍ ESTOY MONJA DEL CARALLO” y de un empujón la tiré escaleras abajo.

La vida de la Sor pasó por delante de sus ojos en cuestión de segundos , mientras yo a pié de escalera la señalaba con el dedo y me reía mientras escuchaba el grito de sorpresa de mi víctima. El vuelo duró poco. Cuando el cuervo áquel ya iba por el quinto o sexto escalón, la mano amistosa de Sor María B. (una hermana con fama de bondadosa y que realmente me caía bien hasta ese momento) agarró fuertemente a mi maestra evitando su bochornosa caída.
 
Evidentemente lo primero que ordenó aquel pequeño Napoleón vestido con hábito cuando se levantó fue “TRAERMELORRRRRGG” y sólo le faltó añadir “vivo o muerto”... Así que me volví a escapar , mientras entonaba el ya famoso “TRAAAAA LARALARA LARÍAAAALAAA TRARALA LARÍAALAAA “, por todo el convento.

Hicieron falta cinco monjas para reducirme. Nuevamente  fui arrastrado hasta mi Sor , la cual se preparaba para darme dos bofetones como dos soles. Bajé la cabeza para amortiguar el daño. Cuando sentí mi cuerpecito elevarse por el aire y la voz de un hombretón grande y amable que decía :
 
    - “El rápaz se viene conmigo”.
 
¡¿Quien querría al Algarrobo teniendo a mi abuelo cerca?!. Me llevó en el colo y enfilamos hacia la puerta del convento mientras dejábamos atrás a media docena de monjas y a áquel enano malhumorado vestido de negro. Desde el regazo de mi abuelo aún tuve tiempo a despedirme de ella levantando el puño en alto y sonriendo. Como Curro Jiménez aquel día yo también me había salido con la mía.

La historia me hizo bastante popular en el convento. Los compañeros de mi padre, universitarios durante la transición y de los cuales había aprendido aquellos versos que tanto enfurecieron a la Sor, jaleraron mi hazaña, lo cual me libró de una buena chaparreta. Las monjas y alguna vecina le dijeron a mi madre que lo mío no era normal, que los niños del colegio querían ser médicos o abogados y que yo era el único que quería ser bandolero . Como en aquella época no había aun psicólogos infantiles se barajó la posibilidad de llevarme al meigo o al corpiño, aunque si le hubieran preguntado a la monja seguro que se ofrecía voluntaria ella para practicar un exorcismo. Mientras tanto yo seguía trasnochando para ver las aventuras de mi héroe por Sierra Morena.

Años después mis padres me consiguieron el autógrafo de Sancho Gracia y aunque yo no lo conocí en persona , sé que tuvo conocimiento de la importancia que tuvo en la forja de mi carácter.

Mucho ha llovido y muchos se me marcharon desde entonces... mi abuelo, mi padre, y ahora Curro, a quien le dedicó este post. Y auténtico responsable de que cuando me siento contento y triunfador aún entone el estribillo. TRAAAAA LARALARA LARÍAAAALAAA TRARALA LARÍAALAAA “
 



La monja aun vive. Cuando acabó áquel curso escolar respiró aliviada, le prometí que ya no habría mas episodios de bandolerismo en su clase. Corría 1977 y yo había descubierto que quién realmente quería ser era Darth Vader.



Pero esa es ya otra historia...